¿Cuándo voy a dejar de echarle de menos?
- No lo sé.
- ¿No hay un momento en el que por fin lo olvidas todo y ya no duele?
- No lo sé, Auri.
- ¿¡Por qué no sabes nada!? ¿No tendrías que estar ayudándome? ¿Por qué no tienes respuesta a ninguna de mis preguntas?
Vi sus ojos llenándose de lágrimas, de dolor, de rabia. Estaba perdida como nunca lo había estado antes, ¿cómo iba yo responder a esas preguntas?
- Escúchame, se va a acabar. Cuándo menos te lo esperas, para de doler.
Pero ese dolor se había adueñado de ella, le había paralizado, le había robado las ganas de comer, su sonrisa las veinticuatro horas del día y ese brillo que desprendía por si sola. Ahora era un saco de huesos, con la piel blanca y sin luz, las cuencas de los ojos moradas de dormir poco y llorar mucho. En lugar de una sonrisa, unos labios agrietados. Lo peor de todo era la falta de ilusión en sus ojos, los cuales ahora solo estaban llenos de dolor.
- Mamá, dime que va a volver, por favor.
¿Qué le respondes a eso?
- No lo sé, Auri, no lo sé.
Y vuelve a romperse. Una y otra vez, en pedacitos más y más pequeños, cortándose a si misma, recordando, no dejado de buscar una respuesta en la única pregunta que nunca la encontrará. Nada de lo que le diga va hacerla cambiar de opinión, nada va a calmarle el corazón. Así que la abracé, tan fuerte como si pudiese juntar todos sus trocitos, intentando calmar sus miedos, al igual que lo haría con la niña que ya no es.
- Sh...
Y poco a poco se fue calmando, la respiración volvió a ser la de siempre y el corazón latía de nuevo con su ritmo normal.
- Te quiero, mamá.
Sonreí.
- Te quiero, Auri.
- Mamá, dime que va a volver, por favor.
¿Qué le respondes a eso?
- No lo sé, Auri, no lo sé.
Y vuelve a romperse. Una y otra vez, en pedacitos más y más pequeños, cortándose a si misma, recordando, no dejado de buscar una respuesta en la única pregunta que nunca la encontrará. Nada de lo que le diga va hacerla cambiar de opinión, nada va a calmarle el corazón. Así que la abracé, tan fuerte como si pudiese juntar todos sus trocitos, intentando calmar sus miedos, al igual que lo haría con la niña que ya no es.
- Sh...
Y poco a poco se fue calmando, la respiración volvió a ser la de siempre y el corazón latía de nuevo con su ritmo normal.
- Te quiero, mamá.
Sonreí.
- Te quiero, Auri.
Charleston, South Carolina. |
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