jueves, 26 de marzo de 2020

A los becarios de la FAO,

Queridos becarios,




No creo que ninguno de vosotros sepa quien soy, y por eso creo que es justo presentarme. Hace seis años, fui una de esas afortunadas que vivió un año en Estados Unidos con una familia gracias a la Fundación Amancio Ortega y a la Fundación Barrie de la Maza. He estado intentando buscar qué generación soy, pero realmente, no importa, porque al fin y al cabo, todas las generaciones tenemos más cosas que nos unen de las que nos diferencian. Hace seis años abrí este blog para contar mi experiencia, y lleva varios años totalmente obsoleto, pero hoy vuelvo porque las circunstancias (y mi moral) lo piden. 

Cuando hace unos días mi madre entró en el salón y me dijo "Amancio Ortega enviará dos aviones para traer a los becarios de EEUU y Canadá" sentí un desasosiego que no fui capaz de entender. No podía imaginarme lo que habréis sentido los 600 becarios que empezasteis este año con la ilusión de empezar una nueva vida, con el miedo a lo incierto, con la seguridad de que todo iba a cambiar. Y no es justo que esto tenga que terminar para vosotros antes de lo previsto, y sobre todo, que no podáis hacer nada al respeto. 

Después de varios días dándole vueltas, volviendo a revivir mi increíble año en Michigan, viendo fotos, el anuario, las cartas... no he podido contenerme a dejar por escrito lo mucho que siento que esto os esté ocurriendo en el mejor año de vuestras vidas (hasta ahora). Porque también escribo esto desde la experiencia y el tiempo, con algo que todavía no tenéis pero tendréis en unos años: lo escribo con perspectiva. 

Muchos de los becarios de mi edición sentimos que nada era lo suficientemente bueno cuando volvimos a España. Todo se quedaba pequeño después de que tu vida cambie de forma tan radical como es mudarte con 16 años a otro país, a otra familia. Personalmente, pasé meses maldiciendo que la experiencia se hubiese terminado. Entré en la universidad todavía recordando los dulces 10 meses y 10 días de mi experiencia en América. Todavía hoy, en cuarto de carrera, siento calor en el pecho al recordarlo. 

Pero hay algo que, aunque os suene a frase de manual, os daréis cuenta cuando aterricéis en España: la vida no para ni espera a nadie. Os merecéis sentir el enfado, la frustración y la tristeza de que esto se haya terminado. Y os mereceríais sentirlo si no se hubiese terminado ahora. Os merecéis sentirlo todo porque sois humanos y no hay nada más humano que odiar las despedidas. Pero desde la distancia y con perspectiva, dejadme deciros que la vida y la experiencia no se ha terminado aquí. Todo lo que os vais a llevar de estos meses no se va por el desagüe porque una pandemia os lo haya acortado dos meses. Todos los recuerdos de vuestras clases, deportes, asociaciones... eso seguirá ahí, con vosotros. Y no seguirá durante meses, o durante el año que viene cuando os enfrentéis a la selectividad. Con distancia y perspectiva os digo: os acompañará muchos años, y yo espero, nos acompañe siempre. 

Queridos becarios, si me permitís un consejo, no dejéis que lo malo de esta experiencia os nuble todas las vivencias increíbles que habéis tenido la oportunidad de disfrutar. No dejéis que esta tormenta que nadie pudo prevenir os haga olvidaros de ese oasis que habéis vivido durante los últimos meses. Que no se os olvide que tendréis para siempre otra familia al otro lado del charco, unos amigos que siempre os van a recordar, unos recuerdos que se quedarán impresos en todos los lugares que habéis tocado en vuestros pueblos, ciudades... hogares.  Ser becario High School es algo que te cambia y no hay pandemia mundial que os quite a la experiencia. El regreso es duro, prueba de que ha valido la pena.

Desde España (vuestro otro hogar) con amor,

Una de tantas becarias High School. 

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