domingo, 23 de octubre de 2016

Domingos de lluvia y de pensar.

A Martín, 
por entender los 'por qué' que nadie entiende.



Había llegado el final del mes de octubre y llovía. Claro que llovía, acaso ¿qué se podía esperar del otoño en Galicia? El cielo estaba triste desde hacía semanas; estaba triste y llorón, y lo descargaba todo sobre los mortales.
Además era domingo. domingo de limpiar el piso, de cocinar con calma algo rico y sano, de ponerse al día en el trabajo. Era domingo de muchas cosas, pero sobre todo, era domingo de echar de menos.
Leyre se sienta en el sofá y se arropa con su manta gris, se tapa bien los pies y la pasa por encima de los hombros. Ese pequeño ritual le recordaba a los domingos en casa, cuando sus padres la arropaban antes de ver la película de la semana comiendo palomitas quemadas.
Sin embargo, este domingo no es domingo de película, y la manta no va a recoger los restos de las palomitas, sino las lágrimas con las que acaban todos los domingos de pensar.
Pensar y preguntarse por qué. Ella sabía que algo había hecho mal la última vez que discutieron. Y la anterior. Y la anterior. ¿Era ese el por qué que tanto buscaba? Si así fuera, no seguirían existiendo los domingos de pensar. De pensar y recordar.
- Sólo te pido lo único que todavía no me has dado.
- Leyre, te lo he dado todo. Te he llenado de regalos, te he llevado a cenar, a bailar. Hemos viajado y visitado mitad del país. Has conocido a toda mi familia, ¡hemos comprado un perro! ¿Qué no te he dado?
Recordar a Rubén volverse loco sin entender, y yo volverme loca porque él no quería entender. Recordar sus ojos rojos de aguantar las lágrimas, sus manos nerviosas en las rodillas y su pelo siempre despeinado. Y su mente siempre ausente.
- No quiero nada de eso. Siempre te lo he agradecido, pero no es lo que te pido. Sólo te pido lo único que no podemos recuperar.
Y volvían las discusiones, y los gritos, y los llantos. Él lloraba porque no me entendía, y yo lloraba porque me perdía. Fue con el cuando descubrí que las relaciones se pueden terminar aún habiendo amor de por medio, porque fue entonces cuando me di cuenta de que con querer no basta, se necesita mucho más. Rubén me quería, pero nunca había llegado a entenderme.
Sólo le pedía lo más importante que tenía, la única cosa que no podría recuperar, lo único que quería disfrutar con él.
Le pedía un pedacito de su tiempo, pero en su reloj las horas pasaban demasiado rápido para nosotros.
Era un domingo de lluvia y de pensar, y todavía quedaban muchos de esos. 

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