viernes, 3 de febrero de 2017

De una atea, a un obispo.

Señor Alfonso Carrasco Rouco,


Tal y como puede usted imaginarse, soy una joven de la localidad lucense de Friol, donde usted ha impuesto un nuevo destino al párroco que justamente llevaba mi parroquia, Don Ramón. Tampoco voy a ser hipócrita: he pisado la iglesia contadas veces, y por gente como usted y la forma en la que lleva la institución de la iglesia católica, cuantas menos veces, mejor.
Se preguntará entonces por qué una atea se dirige a usted por el traslado de un párroco, y muy fácilmente voy a responder: antes de mis ideales, soy persona, y eso mismo aprecio en los demás. Esa esencia de "persona", esa humildad y ese carácter humano que todos (o casi todos, por lo que usted está demostrando) apreciamos en una persona, lo han encontrado ancianos, jóvenes, feligreses e incluso ateos como yo en Don Ramón. ¿Y usted tiene el coraje de imponerle un nuevo destino después de 13 años de servicio en el que ha conseguido no solo que su institución padeciente y obsoleta haya crecido en mi pequeña localidad, sino que además ha encontrado un lugar en el que querer y ser querido por un pueblo volcado ahora en su permanencia como cura? ¿De verdad?
Déjeme decirle una cosa, señor obispo. Su institución, por gente como usted, tiene los días contados. Han tenido la brillante idea de poner como cabeza de la Iglesia a un Papa al que incluso yo admiro, al que veo como capaz de modernizar e incluso limpiar una institución cargada de escándalos, desde abusos a menores hasta escándalos por los conocidos derroches de la iglesia - hablo concretamente del caso Vatileaks 2. Sin embargo, a niveles "de a pie", como mi pueblo, en el que los otros dos párrocos se niegan a, por poner algunos ejemplos, dar misas en el tanatorio (cuando en ocasiones fue la última voluntad del difunto), en bautizar a hijos de personas no casadas por la iglesia (sin ver como así están perdiendo un posible fiel), o cobrar las misas con precios que yo considero, abusivos, hacen que todos los esfuerzos de modernización a un nivel internacional, hace que tenga pocos o ningún resultado por sacerdotes como estos que usted si ha mantenido en mi localidad. Sinceramente señor obispo, se están enterrando en vida, y ni siquiera parecen darse cuenta.
Pero volviendo a mi localidad, quiero decirle que vergüenza le debería dar mentir a los medios de comunicación y por encima tener usted la cara de llamar mentiroso a mi alcalde, el popular José Ángel Santos a quien desde aquí quiero expresar mi admiración no sólo como político, sino también como persona. No es de extrañar, señor obispo, que el alcalde haya amenazado con romper las relaciones con la institución (medida que no solo comparto, sino que además apoyo), pues ha conseguido movilizar a un pueblo entero, PP y oposición, jubilados, estudiantes, trabajadores y niños. Su estúpida decisión de mover a un párroco que cree más en Dios y en la fe humana que usted o cualquier otro cargo eclesiástico carcomido por la avaricia ha hecho despertar en nosotros un sentimiento de unidad para defender no solo a un cura, sino a un vecino más, a un amigo al que usted, al más puro estilo dictatorial, ha decidido apartar.
Nada más señor obispo, me disculpo si en algún momento le he ofendido, como también espero que usted se disculpe con los 4100 habitantes de mi localidad por los mismos motivos, y también con Don Ramón, por querer hacerle la vida un poquito más difícil.
Mi cordial saludo, 
Estela Villarabide Varela.

1 comentario:

  1. "No se aventure el hombre demasiado en juzgar, como aquel que aprecia el trigo sembrado antes de que haya madurado; que las zarzas he visto en el invierno cuán ásperas, cuán rígidas mostrarse; y engalanarse luego con las rosas; y vi derecha ya y veloz la nave correr el mar en todo su camino, y perecer cuando llegaba a puerto"

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