Me dijo que era feliz. Que reía, que cantaba, que soñaba. Pero yo no podía creerlo hasta que mis ojos lo viesen por si mismos.
- A lo mejor es sólo una buena racha.
Tan pronto escuchó mis palabras el fuego se encendió en sus pupilas. No, no es una mala racha. No, no sigo ahogándome en un vaso de agua. Eso fue lo que me dijo.
- Yo soy el primero que quiere que vuelvas a ser feliz, pero todavía no puedo creerte.
Otra vez esa hoguera en sus pupilas, todo su carácter encerrado en sus ojos. Y volví a ver las lágrimas queriendo escaparse por sus mejillas mientras me gritaba que yo sólo quería verla hundida. Que equivocada estaba, pero aún más lo estaba yo. Cerró la puerta y sonó a punto final.
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