¡Hola a todos!
Cómo ya he adelantado en las redes sociales, y como el propio título dice, esta semana el post está básicamente dedicado al viaje que hice con mi local coordinator y otros estudiantes de intercambio a Chicago, en Illinois. No me voy a enrollar mucho más (por primera vez desde que tengo este blog) pues también pasaron cosas antes de subirme al coche para visitar The Windy City, como es conocida.
Cómo ya he adelantado en las redes sociales, y como el propio título dice, esta semana el post está básicamente dedicado al viaje que hice con mi local coordinator y otros estudiantes de intercambio a Chicago, en Illinois. No me voy a enrollar mucho más (por primera vez desde que tengo este blog) pues también pasaron cosas antes de subirme al coche para visitar The Windy City, como es conocida.
El lunes tuve mi tercera práctica de baloncesto y justo antes del entrenamiento fui a una fiesta que organizaron para los estudiantes de intercambio del condado en el que vivo. No pude estar mucho, pero había al menos veinte chicos y chicas, y todos pudimos hablar sobre como estaban yendo las cosas en América.
El martes tuve mi primer partido. Si, América es el lugar en el que entrenas dos días con tu equipo y ya juegas un partido. O tal vez es mi entrenadora, a la que la tercera vez que me dijo de entrar a jugar, ya le dije yo que "no, gracias, prefiero esperar al siguiente partido". Perdimos por muchísimo, la verdad no me acuerdo del resultado, pero muchísimo. La verdad es que era de esperar, jugábamos contra Coldwater High School, que es tres veces nuestro tamaño y está en dos divisiones superiores a la nuestra. Aún así me lo pasé en grande, y la verdad me está gustando muchísimo este deporte, algo no esperado.
Después de jugar vimos el partido de las chicas del equipo varsity, que también jugaron contra Coldwater, y también perdieron, pero es genial verlas jugar.
Algo que me ha llamado la atención de baloncesto es que tenemos que ir "bien" vestidas al instituto, y pongo "bien" porque no sé como definir "no usar vaqueros, ni sudaderas, ni nada por el estilo".
Con Emma cenando antes del partido. |
Yo no sé si es porque no estoy acostumbrada al los músculos que tengo que usar en este nuevo deporte, porque estuve sin hacer nada casi un mes, o porque mi cuerpo ya no puede vivir sin diez horas de sueño, pero el miércoles estaba casi literalmente muerta. Desde primera hora, estuve quedándome (¡casi!) dormida en las clases, y de verdad, no me sentía con fuerzas de entrenar. Pero todo cambió cuándo en tercera hora llamaron a clase para que fuese a la oficina. Cuándo llegué, la chica que está allí me dijo que mi Secret Santa había llegado. El Secret Santa es un juego que estamos haciendo en periodismo y es lo que todos conocemos como Amigo Secreto. No me pudo parecer más original, y sin duda me dio las energías que necesitaba para lo que me quedaba de día con ese batido de fresa.
El jueves yo ya, definitivamente, no podía con mi vida, y menos cuándo vi todo lo que tenía que hacer de deberes por irme el viernes a Chicago. Os juro que me ahogué en un vaso de agua, y ahora lo veo, pero se me vino todo encima, y bueno, qué se le va a hacer. Al llegar a casa después de entrenar hice la maleta, me di una ducha, y volví a mirar los sitios que me gustaría visitar ese fin de semana.
Y por fin llegó el ansiado viernes. Salimos de Reading, dónde vive mi local coordinator a eso de las nueve de la mañana, y llegamos a Chicago a las doce y media, una del mediodía. Después de dejar las maletas en el hotel nos fuimos al Millennium Park, dónde está el famoso Cloud Gate, más conocido como The Bean y también The Crown Fountain, pero esta vez, sin agua.
Belén, Luiza, Aleksandra y yo. |
The Bean |
Con Alex en The Bean |
Con Alex en The Bean. |
Con la pista de patinaje detrás. |
Después de la sesión de fotos, caminamos por la ciudad para ir al restaurante que sirve las mejores tortitas que he comido en mi vida. Un poco caro y tener que esperar una cola terrible fuera del local fue el precio que tuvimos que pagar, pero mereció la pena.
Alguien dijo alguna vez que con el estómago lleno todo se lleva mejor, y es verdad. Después de esa exquisita comida, nos fuimos de compras y a ver la ciudad al mismo tiempo. Creo que las fotos van a hablar por si solas, y es que me he enamorado de Chicago, al igual que lo hice en su día de New York. A lo de las compras sólo quiero añadir que entré en mi primer Zara americano, y salí casi corriendo. Una chaqueta de cuero 273$ y pantalones vaqueros no bajando de los 70$. ¿Desde cuándo Zara tiene esos precios? Supongo que no me puedo quejar, su fundador me está pagando mi estancia aquí...
A las seis fuimos al hotel a la reunión que nos tenía preparada CIEE, nuestra organización: normas, cena y las pocas instrucciones que teníamos que seguir. A partir de ese momento fuimos literalmente libres. Pudimos hacer lo que quisimos cumpliendo sólo tres requisitos: estar en el hotel a las diez de la noche, grupos de más de tres personas y usar solamente transporte público. Así que hasta las diez, estuvimos de nuevo en Michigan Av. dónde están todas las tiendas de Chicago y fuimos también a un mercado alemán en el que había todo tipo de productos hechos a mano.
Al día siguiente nos levantamos a eso de las ocho, desayunamos y a las diez nos dirigíamos todo el grupo de CIEE a The Bean para sacar una foto grupal.
Después, nos fuimos al 360 Chicago, que yo definiría como el Empire State Building de Chicago, con la novedad de que pagando cuatro dólares te dejan mirando el suelo desde un piso 94. Una vez allí tienes las mejores vistas de la ciudad, del Lago Míchigan e incluso de las afueras de Chicago.
Foto grupal de CIEE |
Salimos del 360 Chicago a eso de las doce, y nos fuimos directamente a "patear" Michigan Av. Entre foto y foto, tuvimos tiempo a hacer algunas compras, entrar en la tienda de Nike más increíble que vi en mi vida y entrar en el primer Hard Rock Hotel que conozco.
Después de estar dos horas caminando los "I'm starving" empezaron a sonar, así que yo, con mi todo mi arte de socializar con gente a la que no conozco, paré a un señor por la calle para preguntarle dónde podíamos comer algo típico de Chicago. Las caras de mis compañeras fueron un poema cuándo el señor no sólo nos recomendó un sitio famoso, en que se basa un skit de Saturday Night Live, sino que nos acompañó allí, porque iba a comer con su mujer y unos amigos. La taberna tiene telita, como diríamos en Galicia, pues los camareros actúan tal cual en el show, lo único que puedes pedir es una hamburguesa, patatas de bolsa y bebida, y para terminar, está en un subterráneo. La verdad creo que fue de las mejores experiencias que tuve desde que estoy aquí, de verdad.
Después de eso cogimos varios buses (¡si, transporte público!) para ir al Musseum of Science and Industry. No solo es increíble y enorme (dicen que tardarías al menos tres días en verlo todo) sino que al llegar a la última hora y media, el precio del ticket era la mitad. Así que vimos el museo por $9 y el especial de este año, que tiene mucho que ver con mi proyecto Maxia Viaxeira (del cual os adelanto que en breves tendréis nuevas fotos) pues se llama Share the Magic.
Después de eso cogimos otros cuántos buses para buscar el Hard Rock Cafe, porque yo no me podía ir de esta ciudad sin mi camiseta.
Una hora y media buscando, sin contar los 20 minutos que nos llevó llegar a la calle más cercana en bus. Una hora y media escuchando a gente contradecirse. ¿Y para qué? Para llegar allí y que sólo la tienda esté abierta porque alguien alquiló el local para una fiesta privada. Yo ya no sabía si reír o llorar, así que me decanté por reírme porque con el frío que hacía, al igual las lágrimas no se me congelaban.
De camino a una pizzería que habíamos visto mientras buscábamos el Hard Rock, pudimos disfrutar de lo bonito que es Chicago de noche, porque os juro que cuándo todas las luces de la calle se encienden, te sientes como en una auténtica película.
De vuelta al hotel (en bus, como no) paramos en el metro porque una de las chicas quería sacarse una foto, y yo aproveché para fotografiar a una chica leyendo en la parada de la biblioteca, porque simplemente me pareció precioso.
Por cierto, como ya sabéis me encanta hablar, así que no tuvimos que pagar para acceder al metro porque nos pusimos a hablar con la chica de seguridad, la cual me dijo que le encantaba mi cámara.
Y llegó el domingo y nuestras pocas ganas de irnos de una ciudad que no nos dio demasiado tiempo a conocer. Después de despertarme porque un calcetín me hacía daño (historia que algunos ya escucharon), desayunamos y fuimos a dar un último paseo por the windy city, sacar las últimas fotos y comprar algunas postales.
La biblioteca. |
La entrada del hotel. |
Y eso es todo. Al llegar a casa ayudé a decorar el árbol de navidad, pero no tengo fotos todavía. Tengo una tonelada de deberes por terminar, pero la verdad quería contaros todo hoy, pues el Blogging Sunday es sagrado. También os quería comentar que esta semana haré un vídeo contestando a preguntas que hicisteis en mi ask, así que cuántas más, mejor. El sábado que viene es Snowball, y yo ya tengo todo más que listo, ¡los nervios también! Nos vemos en el relato de esta semana.
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